Título: "Manjuu Mágico"
("Manjuu Magic")
Autora: Moor
Traducido por Violet Raven
Resumen: Los tres Consejeros le imponen un reto muy especial al joven Emperador Ryuuki: Probar a su pueblo que él puede guiarlos y proveerlos tal como un padre... ¡y tiene que ayudarse de la consorte Kou! Ryuuki supera el reto... ¡Con el manjuu del amor!
Pareja: Principalmente Ryuuki x Shuurei y algo de Seiran x Shuurei y otros personajes principales.
Clasificación: T
Género: Romance y Humor.
("Manjuu Magic")
Autora: Moor
Traducido por Violet Raven
Resumen: Los tres Consejeros le imponen un reto muy especial al joven Emperador Ryuuki: Probar a su pueblo que él puede guiarlos y proveerlos tal como un padre... ¡y tiene que ayudarse de la consorte Kou! Ryuuki supera el reto... ¡Con el manjuu del amor!
Pareja: Principalmente Ryuuki x Shuurei y algo de Seiran x Shuurei y otros personajes principales.
Clasificación: T
Género: Romance y Humor.
***
Aclaración: ¡Saimono no me pertenece!
Nota de la autora: La historia tiene lugar en el tiempo en que Shuurei trabajó como ‘profesora’ de Ryuuki en el palacio… y me he tomado algunas libertades. ¡Mis disculpas a todo aquél lector que esté pendiente del canon!
Importante: Diálogos " " Pensamientos ' '
***
-1-
PRIMERA SEMANA
Shou Taishi estaba de pie con los brazos cruzados a su espalda, mirando el paisaje de la capital desde el balcón de la Cámara Celestial. Al sentir que el Emperador fruncía el ceño detrás de él, ocultó su sonrisa.
“¿Que tienen ‘grandes expectativas’ de mí para finales de este mes?” repitió Ryuuki. Estaba tentado a fulminar con la mirada al astuto hombre que tenía frente a él.
“Si, así es.” Agregó Sa Taiho, depositando su taza de té suavemente sobre la mesa frente a la cual estaba sentado. Estaba rodeado de libros y pergaminos conteniendo la genealogía Imperial. “Tu consorte te ha ayudado mucho; todos hemos notado cuánto has progresado dejando atrás tus antiguas y perezosas costumbres.” Ryuuki, insultado, saltó al oír esto, pero Sou Taifu lo interrumpió antes de él poder contestar.
“Necesitas demostrarle al pueblo de Saiunkoku lo mucho que has cambiado,” aconsejó el corpulento y canoso militar, mientras pasaba los dedos por un delicado juguete infantil. “Demuéstrales el gran líder que eres. Eres tan responsable de ellos, como lo es un general de sus tropas; como lo es un padre de su familia. Demuéstrales que has aprendido nuevas habilidades y que ahora eres valiente, fructífero, productivo. Esas cualidades también impresionarán a tu consorte Imperial, su Majestad… “ Hizo una pausa, permitiendo que el significado de esa última oración hiciera su efecto en Ryuuki, fingiendo no prestar atención al patito de juguete que tenía en su amplia y callosa mano. A espaldas del Emperador, Kouyuu y Shuuei se miraban uno al otro, quejándose internamente; esos viejos buitres eran tan sutiles como un montón de estiércol a mitad del sofocante verano.
“¿Y por qué para finales del mes?” continuó Ryuuki, mirando detenidamente a los ancianos.
“¡Es tiempo suficiente para practicar con la consorte Kou!” Sonrió Shou Taishi sugestivamente, con las manos de frente metidas en las mangas. Volteando hacia él, dijo “Estoy seguro que harás enorgullecerse a tus ancestros, su Majestad.” Agregó significativamente.
“Y no tiene que ser necesariamente la consorte Kou –cualquier mujer de buena cuna funcionará, en verdad.” Interrumpió Sa Taiho amablemente y con ilusión. “¡Resulta que yo conozco algunas damas –ay!” Miró con ira a Shou Taishi, quien como por arte de magia, apareció por detrás de él, sonriéndole forzadamente (y eso era bastante amenazador, ¿no?).
Con el ceño fruncido, el Emperador miró a los dos misteriosos ancianos. Algo muy sospechoso estaba ocurriendo, pensó él.
“A fin de este mes, haremos el anuncio a los nobles de tu nuevo liderazgo productivo para tranquilizarlos, y decirle al pueblo de tu faceta familiar y protectora hacia ellos.” Repitió Shou Taishi, con las manos agarradas a los hombros de Sa Taiho en forma amistosa –sus blancos nudillos brillaban con camaradería, en realidad. El anciano que estaba sentado, asintió haciendo una mueca de dolor como señal de apoyo.
“Con la consorte Kou.” Refunfuñó Sou Taifu desde su posición en la mesa.
“Y ustedes tienen ‘grandes expectativas’ sobre mí para este anuncio.” Murmuró Ryuuki por tercera ocasión, alejándose. “Muy bien. Hablaré con la consorte Kou esta tarde. ¡Pero no interfieran!” Repentinamente se volvió para hablarles a los consejeros que lo miraban esperanzados. Los ancianos le sonrieron y se despidieron de él con la mano mientras se alejaba, todavía murmurando algo así como ‘esos vejestorios y sus planes’. Kouyuu y Shuuei salieron detrás de él en silencio.
“¿Que tienen ‘grandes expectativas’ de mí para finales de este mes?” repitió Ryuuki. Estaba tentado a fulminar con la mirada al astuto hombre que tenía frente a él.
“Si, así es.” Agregó Sa Taiho, depositando su taza de té suavemente sobre la mesa frente a la cual estaba sentado. Estaba rodeado de libros y pergaminos conteniendo la genealogía Imperial. “Tu consorte te ha ayudado mucho; todos hemos notado cuánto has progresado dejando atrás tus antiguas y perezosas costumbres.” Ryuuki, insultado, saltó al oír esto, pero Sou Taifu lo interrumpió antes de él poder contestar.
“Necesitas demostrarle al pueblo de Saiunkoku lo mucho que has cambiado,” aconsejó el corpulento y canoso militar, mientras pasaba los dedos por un delicado juguete infantil. “Demuéstrales el gran líder que eres. Eres tan responsable de ellos, como lo es un general de sus tropas; como lo es un padre de su familia. Demuéstrales que has aprendido nuevas habilidades y que ahora eres valiente, fructífero, productivo. Esas cualidades también impresionarán a tu consorte Imperial, su Majestad… “ Hizo una pausa, permitiendo que el significado de esa última oración hiciera su efecto en Ryuuki, fingiendo no prestar atención al patito de juguete que tenía en su amplia y callosa mano. A espaldas del Emperador, Kouyuu y Shuuei se miraban uno al otro, quejándose internamente; esos viejos buitres eran tan sutiles como un montón de estiércol a mitad del sofocante verano.
“¿Y por qué para finales del mes?” continuó Ryuuki, mirando detenidamente a los ancianos.
“¡Es tiempo suficiente para practicar con la consorte Kou!” Sonrió Shou Taishi sugestivamente, con las manos de frente metidas en las mangas. Volteando hacia él, dijo “Estoy seguro que harás enorgullecerse a tus ancestros, su Majestad.” Agregó significativamente.
“Y no tiene que ser necesariamente la consorte Kou –cualquier mujer de buena cuna funcionará, en verdad.” Interrumpió Sa Taiho amablemente y con ilusión. “¡Resulta que yo conozco algunas damas –ay!” Miró con ira a Shou Taishi, quien como por arte de magia, apareció por detrás de él, sonriéndole forzadamente (y eso era bastante amenazador, ¿no?).
Con el ceño fruncido, el Emperador miró a los dos misteriosos ancianos. Algo muy sospechoso estaba ocurriendo, pensó él.
“A fin de este mes, haremos el anuncio a los nobles de tu nuevo liderazgo productivo para tranquilizarlos, y decirle al pueblo de tu faceta familiar y protectora hacia ellos.” Repitió Shou Taishi, con las manos agarradas a los hombros de Sa Taiho en forma amistosa –sus blancos nudillos brillaban con camaradería, en realidad. El anciano que estaba sentado, asintió haciendo una mueca de dolor como señal de apoyo.
“Con la consorte Kou.” Refunfuñó Sou Taifu desde su posición en la mesa.
“Y ustedes tienen ‘grandes expectativas’ sobre mí para este anuncio.” Murmuró Ryuuki por tercera ocasión, alejándose. “Muy bien. Hablaré con la consorte Kou esta tarde. ¡Pero no interfieran!” Repentinamente se volvió para hablarles a los consejeros que lo miraban esperanzados. Los ancianos le sonrieron y se despidieron de él con la mano mientras se alejaba, todavía murmurando algo así como ‘esos vejestorios y sus planes’. Kouyuu y Shuuei salieron detrás de él en silencio.
***
“-Simplemente nunca puedo entender lo que planean hacer esos vejetes con sus pequeñas intrigas y complots -¡Incluso Sou Taifu también se ha vuelto loco! ¿Lo vieron jugando con ese patito de juguete, como si nada?” El joven daba fuertes pisadas por el pasillo que se alejaba de la Cámara Celestial, con una rabieta infantil y todo su decoro imperial olvidado. Unos cuantos pasos atrás de él, Kouyuu despejaba los verdosos cabellos de su cara con irritación mientras Shuuei se encogía de hombros indiferente. Ya estaban acostumbrados a los berrinches de su emperador.
Al dar la vuelta en una esquina en su camino de vuelta al palacio, sin embargo, Kouyuu sujetó al quejoso emperador y lo detuvo en su camino.
“Shh, su Majestad,” intervino Shuuei con su suave voz en lugar de Kouyuu, quien parecía que estaba a punto de estrangular al inmaduro líder de la nación. “Escuchen.”
“-Lo único que pido es un hombre cariñoso.” Dijo una sirvienta a su compañera mientras limpiaba un jarrón cercano, fuera del alcance de la vista de ellos. “Aunque, ¡debo admitir que no sería tan malo despertar al lado de una cara bonita!”
Las mujeres rieron juguetonamente mientras continuaban su charla.
“Me encantaría tener hijos, si es que tuviera un hombre.” Agregó otra, con envidia.
“¡Yo tendría dos hombres –uno para cocinar y otro para limpiar!” Bromeó una tercera mujer y todas rieron con más fuerza al abandonar la habitación, alejándose por el corredor, de los hombres que las espiaban.
Kouyuu liberó al emperador y parecía preparado para comentar acerca de las chismosas e inútiles mujeres, pero Shuuei colocó una mano sobre su boca, silenciándolo. El militar miró confianzudo a su señor y le preguntó suavemente “¿Entiendes ahora el consejo de los ancianos, su Majestad?” Kouyuu luchaba por liberarse del agarre de Shuuei, pero Ryuuki no lo notó –tenía la mirada perdida en la dirección en que las sirvientas se habían ido.
Un instante después, el blanco rostro del joven se iluminó, y una sonrisa transformó su hosca y confusa expresión en una de júbilo y anticipación. “A-já! ¡Creo que ahora sé cómo complacer a Shuurei y a mi pueblo!” Sus mejillas se tornaron rosas de emoción al tiempo que volvía la mirada hacia sus amigos. “¡Muchas gracias, chicos –Los veré mañana!” Y con eso, salió disparado en dirección hacia el harén Imperial, gritando con entusiasmo “¡Shuurei! ¡Shuurei!”
Soltando a Kouyuu una vez que el emperador salió de su vista, Shuuei se permitió una ligera sonrisa mientras frotaba perezosamente una mano contra su rostro.
“¡Idiota! ¡No vuelvas a hacerme eso! ¿Cómo te atreves? Mira lo que has hecho -¡ese idiota del emperador seguramente no tiene ni idea de lo que quisieron dar a entender los ancianos! ¿Qué vamos a hacer, entonces?” estalló de impaciencia el erudito, caminando de un lado a otro antes de señalar con el dedo hacia el pecho de Shuuei, enfatizando la última parte.
“Ya, ya. Los niños no deben inmiscuirse en asuntos de mayores.” Evadió el hombre de cabello oscuro, enigmáticamente dando un vistazo a su colega y sonrió antes de añadir “pero, si estás interesado, la próxima vez te acompañaré a ver a Kochou, eres bienvenido a unirte a mí y nosotros nos encargaremos de que incursiones en el ‘mundo de los adultos’ -.”
Esto, desde luego, enfureció a Kouyuu, quien procedió a lanzarle un sermón sobre moralidad a su contraparte. Este discurso, distrajo efectivamente al erudito mientras ambos seguían su camino hacia la corte.
“¡Eres un libertino! ¡Corrupto, inmoral, pedazo de-“
Shuuei rezó porque los consejeros que supieran lo que estaban haciendo.
***
“Creo que harías bien en moderar tu glotonería, su Majestad.” Comentó Shuurei severamente mientras Ryuuki comía otro manjuu. En serio, era el cuarto panecillo que comía seguido, y no mostraba señas de parar. Ella dejó su bordado dentro de un cajoncito de la cómoda situada en su residencia palaciega, y suspiró. Era demasiado tarde para discutir con el exhausto hombre, de todas formas.
Despidiendo a la sirvienta por esa noche, Shuurei sirvió a ambos, lo último que quedaba del té, esforzándose por ignorar la pensativa mirada del Emperador que estaba posada en las finas facciones de su cara.
Tomó otro manjuu y lo sostuvo frente a él por un momento.
“Me alegra que hayas preparado éstos para mí” dijo sonriéndole abiertamente. Sorprendida por el halago, Shuurei hizo una reverencia y asintió levemente, haciendo un sonido afirmativo con la garganta y esperando que el rubor no se extendiera más allá de sus mejillas.
“Tuve que ir a casa a escondidas para prepararlos, ya que aquí no tengo permitido el acceso a las cocinas,” ‘ya no’, “así que será mejor que no los desperdicies –y con eso, me refiero a que debes compartirlos, ¡no comerlos todos en una sola noche!” Le ordenó ella, quitando la charola de su alcance al tiempo que él se estiraba por otro. Con un puchero, él retiró su mano. Ella apartó la mirada recatadamente. En realidad, su elogio había sido bien recibido por ella, que sólo estaba tratando de desviar la atención de su expresión ruborizada.
“Muchas gracias por prepararlos,” le dijo él con sinceridad. “No lo esperaba, pero ha sido una grata sorpresa –incluso voy a compartirlos con Seiran y los demás.” Le ofreció él, animadamente.
“En serio, a veces eres como un hombre rico que consiente a sus amigos o familiares.” Lo regañó ella a modo de broma, pero hizo una pausa al ver que los ojos del emperador brillaban de emoción. Oh, no. “¿Eh?” preguntó ella, perpleja ante la mirada.
“¡Shuurei, eres brillante! ¡Eso es exactamente lo que haré!” gritó él de felicidad, brincando como un chiquillo. Rodeó con prisa la mesa y la atrapó en un asfixiante abrazo.
“Espera –oye, ¡bájame! ¡Majestad! ¡Emperador! ¡Ryuuki!”
“¡Ven, nos vamos! ¡Tenemos que practicar!” dijo sin la menor explicación el joven, tomando de la mano y arrastrando a su reacia consorte. Él dio un rápido apretón a los suaves dedos de la chica con los suyos que eran callosos, en un intento porque no se soltara.
Sintiendo que el agarre en su mano se intensificaba, Shuurei simplemente entró en mayor pánico.
“¿A dónde vamos? ¿Qué mosca te pico ahora? ¿Podrías detenerte un segundo y -¡argh!” ‘¡Seiran, auxilio! ¿Dónde estás? ¡El Emperador se ha vuelto loco!’
Tropezando detrás del decidido joven, Shuurei se percató de que era arrastrada fuera de la magnífica suite y de regreso hacia el palacio principal, segura por completo, de que al líder de su nación se le había zafado el último tornillo. Ella sabía que su hermano-guardaespaldas siempre estaba a la mano, pero de alguna forma, esa noche no parecía estar interesado en hacer acto de presencia.
Siguiéndolos en las sombras a una distancia discreta, Seiran sacudió la cabeza riendo entre dientes ante el encantador antagonismo que presenciaba entre su Majestad y su Señorita. Por supuesto, él no era nadie para interferir con los ‘consejos’ de los ancianos o la determinación del Emperador… hasta cierto punto. Pero el verlo a él tan cerca de ella… Su mano viajó hasta la empuñadura de su espada, inconscientemente.
Él se mantuvo lo suficientemente cerca para tenerlos a la vista a una distancia segura, sin embargo –no es que no confiara en su hermano menor, pero un hombre siempre será un hombre, y definitivamente, los hombres siempre tenían intenciones ocultas cuando de ‘cocinar’ se trataba.
Despidiendo a la sirvienta por esa noche, Shuurei sirvió a ambos, lo último que quedaba del té, esforzándose por ignorar la pensativa mirada del Emperador que estaba posada en las finas facciones de su cara.
Tomó otro manjuu y lo sostuvo frente a él por un momento.
“Me alegra que hayas preparado éstos para mí” dijo sonriéndole abiertamente. Sorprendida por el halago, Shuurei hizo una reverencia y asintió levemente, haciendo un sonido afirmativo con la garganta y esperando que el rubor no se extendiera más allá de sus mejillas.
“Tuve que ir a casa a escondidas para prepararlos, ya que aquí no tengo permitido el acceso a las cocinas,” ‘ya no’, “así que será mejor que no los desperdicies –y con eso, me refiero a que debes compartirlos, ¡no comerlos todos en una sola noche!” Le ordenó ella, quitando la charola de su alcance al tiempo que él se estiraba por otro. Con un puchero, él retiró su mano. Ella apartó la mirada recatadamente. En realidad, su elogio había sido bien recibido por ella, que sólo estaba tratando de desviar la atención de su expresión ruborizada.
“Muchas gracias por prepararlos,” le dijo él con sinceridad. “No lo esperaba, pero ha sido una grata sorpresa –incluso voy a compartirlos con Seiran y los demás.” Le ofreció él, animadamente.
“En serio, a veces eres como un hombre rico que consiente a sus amigos o familiares.” Lo regañó ella a modo de broma, pero hizo una pausa al ver que los ojos del emperador brillaban de emoción. Oh, no. “¿Eh?” preguntó ella, perpleja ante la mirada.
“¡Shuurei, eres brillante! ¡Eso es exactamente lo que haré!” gritó él de felicidad, brincando como un chiquillo. Rodeó con prisa la mesa y la atrapó en un asfixiante abrazo.
“Espera –oye, ¡bájame! ¡Majestad! ¡Emperador! ¡Ryuuki!”
“¡Ven, nos vamos! ¡Tenemos que practicar!” dijo sin la menor explicación el joven, tomando de la mano y arrastrando a su reacia consorte. Él dio un rápido apretón a los suaves dedos de la chica con los suyos que eran callosos, en un intento porque no se soltara.
Sintiendo que el agarre en su mano se intensificaba, Shuurei simplemente entró en mayor pánico.
“¿A dónde vamos? ¿Qué mosca te pico ahora? ¿Podrías detenerte un segundo y -¡argh!” ‘¡Seiran, auxilio! ¿Dónde estás? ¡El Emperador se ha vuelto loco!’
Tropezando detrás del decidido joven, Shuurei se percató de que era arrastrada fuera de la magnífica suite y de regreso hacia el palacio principal, segura por completo, de que al líder de su nación se le había zafado el último tornillo. Ella sabía que su hermano-guardaespaldas siempre estaba a la mano, pero de alguna forma, esa noche no parecía estar interesado en hacer acto de presencia.
Siguiéndolos en las sombras a una distancia discreta, Seiran sacudió la cabeza riendo entre dientes ante el encantador antagonismo que presenciaba entre su Majestad y su Señorita. Por supuesto, él no era nadie para interferir con los ‘consejos’ de los ancianos o la determinación del Emperador… hasta cierto punto. Pero el verlo a él tan cerca de ella… Su mano viajó hasta la empuñadura de su espada, inconscientemente.
Él se mantuvo lo suficientemente cerca para tenerlos a la vista a una distancia segura, sin embargo –no es que no confiara en su hermano menor, pero un hombre siempre será un hombre, y definitivamente, los hombres siempre tenían intenciones ocultas cuando de ‘cocinar’ se trataba.
***
“No, usa tus manos así,” instruyó Shuurei pacientemente, luego de que ambos se infiltraron exitosamente en las cocinas. Por suerte, el personal estaba ausente. Ella volvió a mostrarle el método para amasar la masa, mucho más lento, de forma que Ryuuki pudiera imitarlo.
“Está pegajoso” comentó él. “¿Siempre queda así?”
“Te será más fácil cuando adquieras práctica. Sólo tenemos que cocinarlos en una olla al vapor un rato. Has sido un buen estudiante. Estoy orgullosa de ti,” ella comentó algo sorprendida por sus ansias de aprender a cocinar manjuus. La curiosidad se apoderó de ella mientras él proseguía. “Pero, ¿por qué piensas que ésta es una ‘magnífica idea’? ¿Por qué querías aprender?”
Su ávido estudiante le sonrió ampliamente estando ella de espaldas, con el rostro y las ropas cubiertos de harina… y su cabello también lo estaría, de no ser por la insistencia de ella desde un inicio, para que él lo atara en una coleta alta. Pese a esto, su tono de voz denotaba seriedad.
“Los tres grandes consejeros me dijeron que esperaban ‘grandes resultados’ de mí para demostrarle a mi pueblo a fines de este mes y tranquilizarlos con la idea de que puedo proveerlos de lo necesario y mostrar mi dedicación hacia Saiunkoku como un ‘hombre de familia’.” Recitó él, haciendo una pausa para mirar la masa por un momento. “Ellos desean que enorgullezca a mis ancestros y tranquilice a la población –y también piensan que tú también estás haciendo un gran trabajo, Shuurei,” añadió rápidamente, notando que su expresión de ansiedad aumentaba. “¡Ellos creen que en verdad me estás ayudando a volverme un ‘gran hombre’!”
Moviendo nerviosamente una ceja, Shuurei sonrió entre dientes, “Con que eso piensan, ¿eh? ¿Por casualidad mencionaron algo más? ¿Algo más específico sobre esos ‘grandes resultados’ y sus ‘expectativas’?” dijo ella, removiendo la tapa de la vaporera y poniendo dentro la canasta de manjuus para que se cocinasen.
Ryuuki se detuvo un momento para pensar.
“¡Ah!” contestó de pronto, feliz y recordando. “¡Sa Taiho dijo que cualquier mujer noble, de buena cuna funcionaría! ¡Si! Pero yo prefiero tu compañía y que me ayudes. ¡Oh! Shuurei, ¿estás bien?” exclamó él al ver que ella dejaba caer la tapa del recipiente donde se cocinaban los manjuus, en plena ebullición.
“¡Oh, jojojojo!”rió ella dulcemente, forzando a sus dedos a soltar el asa de la vaporera. “¡Qué torpe soy! Estoy bien.” ‘Esos malditos entrometidos…’ “Pero, ¿cómo es que ayudarte a cocinar manjuus hará que queden satisfechos los consejeros?” Ella le cuestionó con curiosidad. No tenía idea de cómo encajaban esas dos partes del rompecabezas. –Ryuuki estaba cocinando, pero los consejeros obviamente esperaban que él tuviera un heredero.
“¡Seré un buen padre si es que puedo proveer a mi pueblo de alimentos!” exclamó Ryuuki, orgulloso, mientras una nubecita de harina se elevaba en el aire frente a él, quien sostenía un pedazo de masa.
El sonido de un hombre tosiendo para contener la risa se coló por el pasillo hacia la cocina, pero ambos lo ignoraron. (Seiran se cubrió la boca con la mano, esperando que ellos no lo oyeran).
La joven dama evaluó la confianza del hombre que tenía frente a ella antes de sucumbir, igualmente, a la risa. ‘¡Él frustrará los planes de esos vejetes entrometidos mucho mejor que yo y sin siquiera saberlo!’ ella se maravilló, recargándose contra el mostrador para apoyarse y tratando de conservar la compostura.
“¿No es un buen plan?” preguntó él, buscando su aprobación. “Shuurei, ¿segura que estás bien? Vas a ayudarme, ¿cierto? Quiero convertirme en un mejor hombre por el bien de Saiunkoku.” Pronunció, sinceramente. ‘Por ti’, dijeron sus ojos.
Aturdida con la idea de desquitarse de los metiches y manipuladores ancianos, los ojos de Shuurei brillaron con determinación, mientras estrechaba fuertemente ambas manos de Ryuuki entre las suyas. “¡Vamos a esforzarnos para impresionarlos, su Majestad! ¡Practicaremos todas las noches, si es necesario!”
“Shuurei,” dijo él con una feliz y pacífica voz, acercándola a él. ‘Tengo tanta suerte de tener a mi lado a una mujer tan devota de su país.’ Pensó él, agradecido.
“Ryuuki,” suspiró ella, protestando sólo un poco por el cercano contacto de sus ligeras –aunque ahora, bastante sucias de comida –túnicas. ‘Tengo tanta suerte de tener un ‘esposo’ tan despistado en lo que se refiere a las manipulaciones de esos viejos sobre ciertos asuntos.’ Reconoció ella, con alivio.
Recargado contra la pared justo fuera de la entrada, Seiran tristemente se preguntaba cuántas noches de descanso tendría que sacrificar en las próximas semanas mientras la pareja se ‘aplicaba’ en su práctica.
SEGUNDA SEMANA
El Emperador ahogó un bostezo mientras sostenía una reunión del consejo sobre los resultados de la investigación del contrabando de sal en una lejana provincia. Los Ministros rodeaban su estrado en la corte. Shuurei y él habían estado cocinando casi todas las noches –aunque él juró seguir practicando hasta perfeccionar sus nuevos conocimientos.
Los ministros murmuraban ocasionalmente para sí mismos, acerca de la falta de atención de su Majestad –pero nadie se atrevía a chismorrear, aún.
***
Shusui miró la charola con té y bocadillos que Kourin recién había traído para ellas, mirando por encima a su ama y preguntó “¿Se encuentra bien, ¿Shuurei-sama? ¡Esta es la sexta vez que se estira para despertarse! Normalmente está llena de energía -¿no se siente bien?” dijo ella, preocupada. No se atrevía a insistirle en que tomara una siesta, pero estaba sorprendida –Shuurei no era una mujer perezosa, y esto ya llevaba varios días. Apenas si se decidía a tocar el erhu.
“¡Oh! ¡Todo está bien, seguro!” dijo Shuurei, negando con la mano y apagando otro bostezo. “Descuida, es que he estado algo ocupada desde hace varias noches.” Evadió la joven pelinegra, esperando que sus excusas fueran suficientes para desalentar cualquier otro cuestionamiento. Sonrió mentalmente al ver que su contraparte reía conforme y asintiendo, centrando su atención en un nuevo trabajo de bordado, un lirio, que se parecía más a un monstruo de las nieves.
La jovencita sorbió su té, más amargo que lo habitual, y sus pensamientos viajaron hacia esas escapadas a la cocina a las que ya se había acostumbrado. Su tonto ‘esposo’ todavía no sabía combinar la masa apropiadamente. Por el contrario, se las había arreglado para medir bien el agua –después de una hora.
Ella sintió sus hombros languidecer en anticipación –esa noche volverían a la cocina, estaba segura de ello.
***
El ayudante del cocinero verificaba otra vez el inventario –y concluyó que no era sólo su imaginación. Los almacenes Imperiales y las cocinas definitivamente estaban un poco más vacías de lo que él hubiera esperado.
Encogiéndose de hombros, se encaminó de vuelta para informar que todos tendrían que poner más empeño y pesar con más cuidado, ya que al Emperador no le gustaba desperdiciar. ‘Eh, mejor, dicho, no pudo ser la consorte Kou,’ se corrigió a sí mismo con algo de vergüenza, recordando la única ocasión que ella había visitado las cocinas. Fue como ser derrotado por una fuerza invasora: una fuerza invasora de eficientes expertos. La reorganización de la consorte había vuelto a todo el grupo de cocineros en unos expertos ahorradores –pero ellos habían tenido que marcarle un alto, ya que el cocinar junto a ellos podría haber ocasionado un escándalo. (‘¿Una mujer noble, cocinando? ¿En el palacio?’) Ellos se habían visto obligados a prohibirle la entrada a las instalaciones para evitar una deshonra para su familia y el Emperador.
Volviendo con el jefe de cocineros, el sirviente hizo su reporte y volvió a sus labores, olvidándose temporalmente del problema con las provisiones de la despensa.
Encogiéndose de hombros, se encaminó de vuelta para informar que todos tendrían que poner más empeño y pesar con más cuidado, ya que al Emperador no le gustaba desperdiciar. ‘Eh, mejor, dicho, no pudo ser la consorte Kou,’ se corrigió a sí mismo con algo de vergüenza, recordando la única ocasión que ella había visitado las cocinas. Fue como ser derrotado por una fuerza invasora: una fuerza invasora de eficientes expertos. La reorganización de la consorte había vuelto a todo el grupo de cocineros en unos expertos ahorradores –pero ellos habían tenido que marcarle un alto, ya que el cocinar junto a ellos podría haber ocasionado un escándalo. (‘¿Una mujer noble, cocinando? ¿En el palacio?’) Ellos se habían visto obligados a prohibirle la entrada a las instalaciones para evitar una deshonra para su familia y el Emperador.
Volviendo con el jefe de cocineros, el sirviente hizo su reporte y volvió a sus labores, olvidándose temporalmente del problema con las provisiones de la despensa.
***
“…Lo sé, ¡pareciera que la ropa de la consorte Kou hubiese estado envuelta en un accidente de cocina!” comentó una de las lavanderas a otra, tallando la fina seda con un delicado detergente. Hizo un chasquido con la lengua mientras alzaba otra prenda, lista para ser limpiada. “¿Qué pudo estar haciendo para que terminara en este estado?” se preguntó en voz alta.
“Quizás dándose un buen revolcón con el Emperador –¡en el piso de la cocina!” dijo una de las mujeres en broma, haciendo con la mano, un movimiento insinuante.
La descabellada idea, causó una alegre y sonora carcajada que alcanzó los pasillos cercanos. Lo que no sabían, era que en realidad, tenían algo de razón.
***
(VARIAS NOCHES DESPUÉS)
Un guardia del palacio se detuvo y escuchó –si, ya no había dudas. Eran sonidos provenientes de las cocinas. ‘¡Alguien debe estar tratando de envenenar la comida del Emperador!’
Él se escabulló para investigar de cerca, previniéndose de no hacer ruido con su armadura y alertar de su presencia a su presa. La luz se filtraba a través de la entrada hacia la estancia principal, donde él pudo distinguir dos sombras moviéndose. No se atrevió a salir a la vista, pues mejor sería verificar por si acaso se trataba de algún dedicado trabajador haciendo sus labores, pensó él.
“-Si, hazlo así -¿Lo ves? ¡Tus manos ya han aprendido cómo hacerlo!” Alentó Shuurei alegremente, mientras Ryuuki finalmente amasaba correctamente la masa. “¡Eso es! Ahí tienes –mira, resulta mucho mejor cuando masajeas suavemente con las palmas y nudillos, en vez de hacerlo bruscamente con los dedos!” le explicó ella, magistralmente.
El guardia hizo una pausa, sin convencerse del todo de que ellos fueran inofensivos –y se acercó aún más.
La sonrisa de Ryuuki iluminó su rostro bajo la tenue luz del farol, envuelto por los halagos de Shuurei. Orgulloso, se dio vuelta para mostrarle el montón de bolitas de masa, listas para ser puestas en la vaporera, pero resbaló con el batidillo que había ocasionado antes esa noche, desviándose hacia la superficie de la mesa. “¡Shuurei, mira –waaaaa!”
“¡Su Majestad!” exclamó ella, saltando directo hacia él para detenerlo.
Ambos aterrizaron juntos en el piso, con la masa embarrada traicioneramente a través de sus ropas (y literalmente por doquier)
“¡Shuurei, tu ropa!” lamentó el joven, consternado ante el lamentable estado del vestido de su amada. “¡Y los panecillos! ¡Oh, no, lo siento! ¡Permíteme ayudar a limpiarte!” Él se sentó para alcanzar la túnica exterior de su Consorte, pero ella alejó su mano con una palmada, con los ojos muy abiertos y los labios apretados. Ella estaba a punto de gritarle que no necesitaba de su ayuda para quitarse la túnica, cuando desde fuera del corredor, escuchó un grito. ‘Oh, no’, se encogió ella, con una sensación hundida en su pecho. ‘Esto se pone peor’.
“¡¿Qué cree que está haciendo?!” Vociferó el guardia, viendo solamente a Shuurei desde el ángulo donde estaba afuera de la entrada. Rápidamente, ella notó que debía lucir como un mozo de caballería con el pelo despeinado, y de inmediato se levantó para responder al visitante inoportuno. “Me disponía a limpiar esto y volver a mis habitaciones.” Le aseguró ella, nerviosa, empujando a Ryuuki con el pie, mientras hacía a un lado los ingredientes restantes. “No tiene de qué preocuparse, ¡ya casi termino!”
El Emperador dejó salir un ‘¡Ummp!” cuando ella accidentalmente lo pateó en las costillas en sus prisas. Ella hizo una mueca de simpatía. “¡Perdón!”, murmuró por lo bajo.
Sin embargo, para el guardia, el sonido no pasó desapercibido. “¿Quién está con usted?” le llamó autoritariamente mientras avanzaba al interior de la cocina, en busca de otros intrusos. Suavemente, desenvainó su espada, preparado para cualquier sorpresa.
“No te preocupes, Shuurei, tengo un plan.” Susurró Ryuuki junto a ella.
Shuurei lamentó mientras Ryuuki asomaba la cabeza genialmente detrás del mostrador. “¡Hola!” le dijo al guardia. La sonriente cabeza fantasmal que había aparecido detrás de la joven, tomó por sorpresa al guardia, aunque éste se mantuvo firme. “Buen trabajo vigilando, pero todo está bien por aquí. ¡Puedes volver a tu puesto!” Ryuuki sonrió ampliamente al fuertemente armado guardia, señalándole con un movimiento de su mano, que podía retirarse.
‘¿Este era tu gran plan?’ Dijo en su mente Shuurei, encolerizada y volteando la cabeza para fulminarlo con la mirada.
‘¿Lo ves? ¡No hay problema!’ Dijo él, intentando transmitir optimismo. Su confianza flaqueó al ver que el guardia apuntaba con su espada a ambos. ‘O tal vez si’.
“¡Ustedes dos –salgan, ahora!” ordenó el centinela, en términos bastante claros.
‘¡Estúpido, idiota Emperador!’ Las mejillas de Shuurei ardieron rojas de furia y vergüenza mientras los dos eran escoltados hacia la salida.
Él se escabulló para investigar de cerca, previniéndose de no hacer ruido con su armadura y alertar de su presencia a su presa. La luz se filtraba a través de la entrada hacia la estancia principal, donde él pudo distinguir dos sombras moviéndose. No se atrevió a salir a la vista, pues mejor sería verificar por si acaso se trataba de algún dedicado trabajador haciendo sus labores, pensó él.
“-Si, hazlo así -¿Lo ves? ¡Tus manos ya han aprendido cómo hacerlo!” Alentó Shuurei alegremente, mientras Ryuuki finalmente amasaba correctamente la masa. “¡Eso es! Ahí tienes –mira, resulta mucho mejor cuando masajeas suavemente con las palmas y nudillos, en vez de hacerlo bruscamente con los dedos!” le explicó ella, magistralmente.
El guardia hizo una pausa, sin convencerse del todo de que ellos fueran inofensivos –y se acercó aún más.
La sonrisa de Ryuuki iluminó su rostro bajo la tenue luz del farol, envuelto por los halagos de Shuurei. Orgulloso, se dio vuelta para mostrarle el montón de bolitas de masa, listas para ser puestas en la vaporera, pero resbaló con el batidillo que había ocasionado antes esa noche, desviándose hacia la superficie de la mesa. “¡Shuurei, mira –waaaaa!”
“¡Su Majestad!” exclamó ella, saltando directo hacia él para detenerlo.
Ambos aterrizaron juntos en el piso, con la masa embarrada traicioneramente a través de sus ropas (y literalmente por doquier)
“¡Shuurei, tu ropa!” lamentó el joven, consternado ante el lamentable estado del vestido de su amada. “¡Y los panecillos! ¡Oh, no, lo siento! ¡Permíteme ayudar a limpiarte!” Él se sentó para alcanzar la túnica exterior de su Consorte, pero ella alejó su mano con una palmada, con los ojos muy abiertos y los labios apretados. Ella estaba a punto de gritarle que no necesitaba de su ayuda para quitarse la túnica, cuando desde fuera del corredor, escuchó un grito. ‘Oh, no’, se encogió ella, con una sensación hundida en su pecho. ‘Esto se pone peor’.
“¡¿Qué cree que está haciendo?!” Vociferó el guardia, viendo solamente a Shuurei desde el ángulo donde estaba afuera de la entrada. Rápidamente, ella notó que debía lucir como un mozo de caballería con el pelo despeinado, y de inmediato se levantó para responder al visitante inoportuno. “Me disponía a limpiar esto y volver a mis habitaciones.” Le aseguró ella, nerviosa, empujando a Ryuuki con el pie, mientras hacía a un lado los ingredientes restantes. “No tiene de qué preocuparse, ¡ya casi termino!”
El Emperador dejó salir un ‘¡Ummp!” cuando ella accidentalmente lo pateó en las costillas en sus prisas. Ella hizo una mueca de simpatía. “¡Perdón!”, murmuró por lo bajo.
Sin embargo, para el guardia, el sonido no pasó desapercibido. “¿Quién está con usted?” le llamó autoritariamente mientras avanzaba al interior de la cocina, en busca de otros intrusos. Suavemente, desenvainó su espada, preparado para cualquier sorpresa.
“No te preocupes, Shuurei, tengo un plan.” Susurró Ryuuki junto a ella.
Shuurei lamentó mientras Ryuuki asomaba la cabeza genialmente detrás del mostrador. “¡Hola!” le dijo al guardia. La sonriente cabeza fantasmal que había aparecido detrás de la joven, tomó por sorpresa al guardia, aunque éste se mantuvo firme. “Buen trabajo vigilando, pero todo está bien por aquí. ¡Puedes volver a tu puesto!” Ryuuki sonrió ampliamente al fuertemente armado guardia, señalándole con un movimiento de su mano, que podía retirarse.
‘¿Este era tu gran plan?’ Dijo en su mente Shuurei, encolerizada y volteando la cabeza para fulminarlo con la mirada.
‘¿Lo ves? ¡No hay problema!’ Dijo él, intentando transmitir optimismo. Su confianza flaqueó al ver que el guardia apuntaba con su espada a ambos. ‘O tal vez si’.
“¡Ustedes dos –salgan, ahora!” ordenó el centinela, en términos bastante claros.
‘¡Estúpido, idiota Emperador!’ Las mejillas de Shuurei ardieron rojas de furia y vergüenza mientras los dos eran escoltados hacia la salida.
***
Alzando la vista de sus planos arquitectónicos con Shou Taishi, a la mañana siguiente, Sa Taiho intervino en la álgida conversación, “Pero, parece que todo está saliendo bien, ¿no lo crees?” Shou Taishi carraspeó y se dio vuelta hacia el joven hombre que estaba frente a ellos luciendo miserable.
“Debes aprender algo de autocontrol, jovencito.” Le aconsejó fríamente, aunque en su mirada reflejaba un dejo de travesura.
Ryuuki lo miró furioso, sin notar esa chispa. “Nos resbalamos –estaba oscuro. Yo sólo puedo verla en las noches, y estas cosas toman tiempo. Obtendrán lo que quieren a final de mes, ¡así que, largo de aquí hasta entonces!” refunfuñó, molesto.
“Oye, esa no es forma de hablarle a tus mayores.” Lo sermoneó Shou Taishi. Él estaba sentado en el piso, tallando los lados laterales de lo que parecía ser una cuna adornada con grabados. “Necesitas poner el ejemplo a las futuras generaciones. La nación entera espera grandes cosas de ti como Emperador –es tu obligación ver que se cumplan.” Hizo una pausa, mirando por un momento su proyecto. “¿Y cuáles son tus colores preferidos?” preguntó bruscamente, rascando su barba mientras reflexionaba.
Algo perplejo, el Emperador respondió, “Ah, rojo, verde, amarillo…” y mirando su ropa, “y púrpura." ¿Qué estaba pasando?
Sou Taifu resopló, burlón, “Bah, esos se verán horribles.” Murmuró para sí, ignorando la indignada expresión del Emperador. Ryuuki estuvo seguro de haber oído al anciano general murmurar por lo bajo algo así como ‘Qué malos gustos y poca creatividad tiene’.
“¿De qué estarán hablando estos vejestorios?” gritó exasperado el soberano de ojos dorados, alzando los brazos y alejándose con pesados pasos. “¡Suficiente! ¡Me voy a dormir!” Azotó abruptamente la puerta detrás de él, sin que los ancianos se molestaran en lo más mínimo.
Shou Taishi se inclinó sobre Sa Taiho, revisando los planos constructivos que su colega había diseñado.
“Creo que la mesa para cambiar al bebé quedará mejor aquí, y el móvil de los Ocho Iluminados puede colgar de la cuna aquí.” Indicó él, ignorando la abrupta salida del mimado Emperador. “Buen trabajo, Enjun.” Dijo palmeando la espalda de su amigo. “Comenzaremos con la construcción dentro de unos días.” Enjun asintió y anotó los ajustes.
Sonriendo, Shou frotó su barba, satisfecho.
‘Las cocinas, ¿eh?’ Reflexionó, tomando otra decisión. “Enjun, necesito más papel.” Le ordenó, de pronto. “Creo que el harén necesita agregar algo más…”
“Debes aprender algo de autocontrol, jovencito.” Le aconsejó fríamente, aunque en su mirada reflejaba un dejo de travesura.
Ryuuki lo miró furioso, sin notar esa chispa. “Nos resbalamos –estaba oscuro. Yo sólo puedo verla en las noches, y estas cosas toman tiempo. Obtendrán lo que quieren a final de mes, ¡así que, largo de aquí hasta entonces!” refunfuñó, molesto.
“Oye, esa no es forma de hablarle a tus mayores.” Lo sermoneó Shou Taishi. Él estaba sentado en el piso, tallando los lados laterales de lo que parecía ser una cuna adornada con grabados. “Necesitas poner el ejemplo a las futuras generaciones. La nación entera espera grandes cosas de ti como Emperador –es tu obligación ver que se cumplan.” Hizo una pausa, mirando por un momento su proyecto. “¿Y cuáles son tus colores preferidos?” preguntó bruscamente, rascando su barba mientras reflexionaba.
Algo perplejo, el Emperador respondió, “Ah, rojo, verde, amarillo…” y mirando su ropa, “y púrpura." ¿Qué estaba pasando?
Sou Taifu resopló, burlón, “Bah, esos se verán horribles.” Murmuró para sí, ignorando la indignada expresión del Emperador. Ryuuki estuvo seguro de haber oído al anciano general murmurar por lo bajo algo así como ‘Qué malos gustos y poca creatividad tiene’.
“¿De qué estarán hablando estos vejestorios?” gritó exasperado el soberano de ojos dorados, alzando los brazos y alejándose con pesados pasos. “¡Suficiente! ¡Me voy a dormir!” Azotó abruptamente la puerta detrás de él, sin que los ancianos se molestaran en lo más mínimo.
Shou Taishi se inclinó sobre Sa Taiho, revisando los planos constructivos que su colega había diseñado.
“Creo que la mesa para cambiar al bebé quedará mejor aquí, y el móvil de los Ocho Iluminados puede colgar de la cuna aquí.” Indicó él, ignorando la abrupta salida del mimado Emperador. “Buen trabajo, Enjun.” Dijo palmeando la espalda de su amigo. “Comenzaremos con la construcción dentro de unos días.” Enjun asintió y anotó los ajustes.
Sonriendo, Shou frotó su barba, satisfecho.
‘Las cocinas, ¿eh?’ Reflexionó, tomando otra decisión. “Enjun, necesito más papel.” Le ordenó, de pronto. “Creo que el harén necesita agregar algo más…”
***
“…Escuché que es muy bueno con las manos.” Susurró una mujer a un grupo de sirvientas que barrían y limpiaban una habitación esa tarde. Hizo una pausa mientras se limpiaba el sudor, molesta por el polvo.
“Si, ¡algo así como que tiene talento natural con los masajes!” rió pícaramente otra de ellas, desde el otro extremo de la enorme habitación.
“Y muy ansioso también –yo estaba tan sorprendida al escuchar que la estaba despojando de la ropa cuando estaban ahí en el piso! ¡Sólo imaginen, ser sorprendidos por un guardia, mientras están en plena acción!” exclamó otra, escandalizada. “Aunque, yo no me quejaría…”
“¡Me enteré que han estado haciéndolo casi todas las noches!” rió entre dientes otra de ellas, escondiendo su vergüenza.
“Y ambos se ven exhaustos.”
“La consorte Kou siempre está alegre y de buenas, a pesar de lo poco que ha dormido. Debe estar muy enamorada de su Majestad para poner tanto empeño en concebir un heredero.”
“¿Crees que pronto lo logren?” preguntó una de las chicas, luego de una pausa.
Las otras la miraron y una de ellas rió divertida, aplaudiendo emocionada. “¡Oh! Acabo de recordar –una de las chicas que cuidan el jardín dijo que el Emperador iba a hacer un anuncio acerca de ‘un gran logro’ durante un banquete a finales de mes!”
Rápidamente, ella se cubrió la boca al momento en que varios ministros miraban la ruidosa habitación, mientras pasaban por ahí, curiosos por la actividad que había dentro. Las chicas volvieron a sus labores –hasta que vieron el entorno despejado –antes de que, emocionadas, reanudaran sus complejos planes para el balbuceante ‘pequeño Emperador’ que esperaban.
Apoyado contra la pared afuera de la sala de reuniones, Shuuei tranquilamente agarraba a un violento e indignado Kouyuu, y con una mano le tapaba la boca, mientras que con la otra le sujetaba los brazos, suspirando profundamente. “Creo que mejor vamos a avisarle a Seiran.” Comentó resignado, arrastrando tras de sí, a su colega. Se detuvo y miró a Kouyuu pacientemente (que estaba azul por la falta de oxígeno gracias a su fuerte agarre), cuando otra idea alcanzó su mente. “¿Alguien le ha avisado ya a Shouka?” inquirió sensatamente. Kouyuu sacudió lentamente la cabeza diciendo “No.”
Liberando al ahora apaciguado hombre, Shuuei frotó su barbilla.
Ambos se miraron cautelosamente por un instante antes de llegar a una conclusión simultáneamente, asintiendo firmemente.
“Seiran”, dijeron al unísono, con determinación en sus ojos. ‘Dejaremos que él se ocupe de esto.’
***
“¿Estás bien, Seiran?” bostezó Shuurei con la cálida brisa que los rodeaba. Volteó al ver a su acompañante ponerse rígido de pronto, levantando la cabeza de la mesa que estaba en el pequeño mirador que dominaba las lagunas del jardín Imperial –una de ellas, de cualquier forma. Estaba demasiado cansada en ese momento para distinguir cual de ellas.
Él le sonrió apaciblemente desde su asiento cercano. “Estoy bien, señorita, gracias. De repente siento los hombros pesados, pero seguramente es sólo mi imaginación. Por favor, no te preocupes.” Respondió él, palmeando su cabeza, que ella dejó caer sobre sus brazos cruzados para volver a dormir, dándole una breve sonrisa. La mano de él descansó un momento más mientras la observaba abrir un poco más la boca, respirando profundamente.
***
“¡Aaaagh!” gritó lastimosamente el Emperador desde la cocina. El sonido se había vuelto una absurda rutina para finales de la segunda semana, pero eso no entorpecía los rondines de su guardia. Seiran entró corriendo, preparado para defender a su joven hermano hasta el final.
“Su Majestad, ¿se encuentra-“ se detuvo en seco y suspiró pesadamente. ‘No otra vez’, lamentó el ex príncipe.
“Mira, ¡salió con forma de piedra!” el joven se quejó, levantando el panecillo que acababa de cocinar. “E igual de duro, también” murmuró, dolido. Puso mala cara y se dejó caer sobre una silla, negándose a mirar su más reciente fracaso.
Seiran buscó con la mirada a Shuurei, quien le hizo señas para que se retirara tranquilo y volvió para seguir enseñando a Ryuuki. “Primero debes calentar bien la vaporera, cielos, ¿qué te he estado diciendo?”
El rubio caballero observó las diestras manos femeninas (otra vez) con una decidida mirada de cachorrito, mientras Shuurei (otra vez) repetía los movimientos. “¿Lo ves?” le sonrió ella, alentándolo. “Muy pronto lo dominarás -¡mira lo mucho que has avanzado ya! ¡No has quemado el agua en más de una semana!” lo alabó sinceramente. ‘Aunque ignoro cómo fue que lo hiciste las primeras veces’, admitió ella para sí, algo inquieta.
Renovando sus esfuerzos, el joven emperador se armó de valor y puso manos a la obra de nuevo.
‘Él aún no se da por vencido, eso se lo reconozco’, resaltó la joven profesora para sí, mientras volvía a pesar los ingredientes otra vez. Dio un profundo suspiro para llenarse de energías y cerró los ojos un momento. ‘Es un buen hombre, y en verdad está haciendo su mejor esfuerzo. No será fácil…’
Ella sintió que las líneas de su boca se curvaban en una sonrisa pensando lo infantil que él podía comportarse a veces, y casi se le escapó una risa. Sin embargo, ella frunció el ceño al tiempo que otra idea emergió, espontáneamente. ‘¿Cómo es que a esos ancianos se les ocurrió que Ryuuki y yo… ugh…’ Dejó la idea de lado, negándose a permitir que ese momento de paz se viera interrumpido por el trío de entrometidos.
Sin embargo, fue Ryuuki quien arruinó esa paz con sus lastimeros quejidos de horror.
“¡Shuurei! ¡Auxilio, el agua se volvió a quemar! “
“¡¿QUÉ?!”
Saliendo de su aturdimiento, Shuurei corrió a su lado, tosiendo y tartamudeando al tiempo que Seiran entraba corriendo (otra vez) y Ryuuki maldecía su mala suerte.
Shuurei comenzó a apagar las llamas a golpes con un trapo. ‘Bueno, fue una agradable semana, libre de incendios, hasta ahora.’
***
Nota de la autora: Este es también mi primer fic de Saiunkoku, y en realidad, tampoco había leído uno antes (acabo de registrarme recientemente en LJ comm), así que por favor, ¡disculpen si he utilizado un cliché demasiado exagerado!
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Fuente: http://www.fanfiction.net/s/3596117/1/bManjuu_b_bMagic_b
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