jueves, 20 de octubre de 2011

Fanfic: "Manjuu Mágico" Capítulo 4

Título: "Manjuu Mágico"
("Manjuu Magic")
Autora: Moor
Traducido por Violet Raven

Resumen: Los tres Consejeros le imponen un reto muy especial al joven Emperador Ryuuki: Probar a su pueblo que él puede guiarlos y proveerlos tal como un padre... ¡y tiene que ayudarse de la consorte Kou! Ryuuki supera el reto... ¡Con el manjuu del amor!
Pareja: Principalmente Ryuuki x Shuurei y algo de Seiran x Shuurei y otros personajes principales.
Clasificación: T
Género: Romance y Humor.


***
-4-


CUARTA SEMANA: ¡LA CUENTA REGRESIVA!

Shuurei se asomó a escondidas por el alto estante de libros que la separaba de su objetivo. ‘¡Bien, está solo! ¡Esta es mi oportunidad!’

Calmadamente, se aproximó al joven hombre que estaba sentado frente a un escritorio en la biblioteca, con el pelo recogido con su acostumbrado moño y los flequillos colgando sueltos sobre sus ojos.

“¿Huh? ¿Consorte Kou? ¿Estás bien?” Kouyuu preguntó en tono serio, sorprendido por las ojeras y el semblante pálido y demacrado de la joven que se sentó frente a él.

Sujetando las manos de él por encima de la mesa, lo miró directo a los ojos y luego inclinó su cabeza. “¡Por favor, necesito que me ayudes!” le imploró desesperada. Rápidamente, la joven le dejó una nota y salió corriendo, demasiado avergonzada para esperar su respuesta, que bien podría resultar en un escándalo al verse incapaz de realizar su trabajo sin la ayuda de un hombre que motivara al Emperador. Sería humillante si eso saliera a la luz. Siendo tan honesta, ella sabía que solicitar esta clase de ayuda por parte de Kouyuu, debería hacerse con algo de discreción.

El joven le dirigió una mirada despectiva mientras ella se alejaba caminando rápidamente, atravesando el arco del patio, regresando a su residencia. ‘Qué mujer tan extraña’.

Él desdobló el pequeño papel y lo leyó en una ojeada, quejándose en seguida con resignación. Con la cabeza recargada en una mano, miró la petición despectivamente. ‘¿Así está de desesperada?’ murmuró para sí ‘Ugh…’


***


“…Bien, ¿y luego qué sigue?” cuestionó el estricto capataz, mirando penetrantemente el semblante medio alarmado del Emperador.

“Mm, eh… este, ¿Pesar –pesar la harina?” tartamudeó Ryuuki, inseguro y haciendo una mueca ante la violenta reacción de su nuevo instructor.

“¡NO!” reprendió Kouyuu, ignorando todo el pedagógico e imperial decoro al tiempo en que vertía un vaso de agua helada sobre el Emperador, regañándolo de nuevo.

“¡Waaaah!”

“Vuelve a empezar –¡recita la receta desde el principio!” le desafió el masoquista erudito, implacablemente.

El abatido gobernante de la nación acató la orden, y las ‘lecciones’ en la cocina de la consorte imperial Kou resonaban a través de los jardines cercanos del palacio, con el sonido viajando fácilmente a través del viento y por el agua de los estanques. Era de noche, y las lecciones ya llevaban horas.

Afuera, en la terraza que extendía el perímetro de la residencia, Seiran completó sus rondines habituales y se aproximó para conversar brevemente con Shusui acerca del progreso del joven, quedando los dos algo preocupados por el nivel de ‘ayuda extra’ impuesto sobre el máximo y noble rector de Saiunkoku.

“Me preocupa que esto incite aún más rumores” susurró la ojiazul cubriendo su boca con una mano. Echó un vistazo a su alrededor de nuevo, asegurándose de que ningún otro sirviente estuviera cerca para escuchar.

Seiran asintió, pero le sonrió para tranquilizarla. “Estoy seguro de que todo saldrá bien al final” Él hizo un gesto de simpatía, mientras otro vaso de agua era derramado sobre el quejoso estudiante.

“¿Tenemos que hacer esto todas las noches?” preguntó Ryuuki, exhausto y empapado.

“Lo harás hasta que la consorte Kou quede satisfecha, ¿entendido?” Arremetió Kouyuu de nuevo, sin piedad.

En la escalinata, el guardia imperial se desplazó levemente, masajeando sus sienes, intentando aún mantener su impasible sonrisa mientras Shusui le dirigía una mirada diciendo ‘¿Ves a lo que me refiero?’

“¡Bienvenido a la guarida de los condenados!” dijo ella, espléndidamente.

“Pronto, todo esto terminará”, la tranquilizó, mientras ella le servía a Shuurei una taza de té vigorizante y se reunía con ellos afuera para tomar aire fresco, apreciando el pacífico paisaje nocturno. Ella inhaló el relajante y vigorizante vapor y cerró sus cansados ojos, dibujando en su mente la cocina de su hogar en similares condiciones: con su padre relatando anécdotas sobre su día en el palacio, y ella pelando los vegetales para preparar la cena; Seiran ayudando a encender la estufa con leños y vigilando las ollas al fuego, riendo discretamente con uno que otro comentario divertido de su padre.

La pacífica escena se hizo pedazos al detonarse la siguiente explosión en la cocina, sin embargo. Shuurei, impasible y nada sorprendida, suspiró y –completamente imperturbable –dio otro sorbo a su té.

“¡Idiota! ¡¿Cómo haces para congelar y hacer explotar los huevos al mismo tiempo?! ¡No hay nada de hielo aquí –y tampoco estás cerca de ellos, de cualquier forma!” gritó Kouyuu, confundido, jalándose el pelo de frustración. “Por todos los cielos, gracias a Dios que te mantuvieron alejado de los gallineros cuando eras niño -¡Bien podrías ser una especie de demonio de la comida, o un pirómano!”

El sonido señalaba que Ryuuki se había agachado hacia el piso, protegiendo su real persona de otro helado baño. “¡No lo sé!” lamentó desganado, aunque sus dorados ojos se iluminaron inmediatamente mientras señalaba “¡Pero, la buena noticia es que aún no he quemado el agua!”

En el balcón, Seiran estaba de pie ahí, compadeciendo la escena, y Shusui masajeaba rítmicamente los pesados hombros de la consorte, murmurando calladamente “Todo estará bien, lo arreglaremos, shh… calma, ambas sabemos que las consortes ya no son ejecutadas por no concebir al primer intento, aún queda suficiente tiempo. Eso es, buena chica, shhh…”

A Shuurei le dio un ataque de hipo, tratando de asentir entre lágrimas de frustración, e incluso forzó una sonrisa hacia Shusui y al devoto Seiran. Debía ser fuerte. Había sido contratada para guiar al Emperador por el buen camino. Ella estaba-

“Uups, creo que hablé demasiado pronto,” escucharon ellos a Ryuuki comentar alegremente, y momentos después, un impresionante ‘¡BUUM!’ se oyó desde dentro de la cocina.


***


“…Ellos invitaron a un tercero anoche…”

“¡Oh! ¡¿En serio?! ¿Quién fue la chica afortunada?”

“En realidad fue un hombre, Li Kouyuu, el Secretario”

“…”

“…”

“¿Y siguen haciéndolo en las cocinas?”

“Por todas las cocinas, aparentemente. ¿Sabías que la cocina que construyeron, la hicieron contra incendios? ¡Supongo que en verdad esperaban que las cosas se pudieran candentes!”

“Bueno, cualquier cosa funciona, supongo. ¿Y las apuestas han cambiado las probabilidades?”

“¡Ahora están más a nuestro favor desde que el Secretario Li se ha unido!”

“Nadie esperaba eso –Creo que los partidarios de Ran-shogun están celosos.”

“Me pregunto si ellos tendrán su oportunidad también.”

Sentada derecha en su banco, Shuurei se forzó a sí misma a concentrarse en los caracteres del pergamino que estaba frente a ella e ignorar los cuchicheos de los sirvientes que pasaban por ahí. No era que ellos estuvieran tratando de añadir más amarguras en su bebida, pero todo el té que tomó esa mañana la había sabido amargo, a pesar de todo.

“¡Ah! ¡Emperatriz Kou!” la sorprendió uno de los ministros que la espiaba por detrás de una de las columnas.

‘Oh, no. No puede ser él de nuevo.’ Gruñó la consorte internamente, reprimiendo un bostezo. El constante acoso de los ‘bienintencionados’ oficiales no estaba ayudando a mejorar las cosas, tampoco.

Sonriendo gentilmente, ella inclinó la cabeza recatadamente al visitante indeseado, rogando mentalmente por un pronto desenlace de cual fuera el asunto que venía a discutir. Los adornos en su cabeza se sentían aún más pesados esa mañana, luchando por erguirse, luego de hacer un ademán de respeto.

“Tan sólo soy la consorte Kou, ministro, pero gracias por el grato saludo” la joven se apresuró a corregir, modesta y educadamente, con tal de evitar más rumores circulando por ahí.

El flacucho hombre le devolvió una sonrisa, con un inquietante y optimista destello en sus ojos. “¡Oh, no sea modesta, Emperatriz Kou!” insistió él, ella veía algo borroso su rostro. Shuurei entrecerró los ojos para aclarar su vista. “¡Todos estamos emocionados y felices, anticipando las buenas noticias! Sólo quería felicitarla por su excelente trabajo.”

Shuurei lo miró y se preguntó si estaba viendo doble. ‘No veo segundas intenciones en su comentario’, pensó ella vagamente, ignorando las palabras del hombre. La conversación parecía estar fluyendo ahora, pero ella ya no podía captarla correctamente. Cada dos o tres palabras, ella parecía no escuchar nada –¿quizás había ido a visitarla en sus aposentos? Si, volver a su cuarto le parecía buena idea, decidió.

Los rostros que estaban frente a ella se pusieron pálidos de consternación, con los ojos muy abiertos mientras ella se ponía de pie para despedir a sus visitantes. Ellos levantaron los brazos como precaución al tiempo en que oía a uno de ellos mencionar algo acerca de su ‘delicada condición’, antes de que se hiciera el silencio.

“¿Qué quieren decir? ¿Cuál ‘delicada condición’?” ella creyó murmurar y luego, todo se puso negro.


***


La tarde proyectaba sombras a través de la suntuosa recámara, envolviendo con una suave luz a las dos delicadas y prominentes figuras que se encontraban en ella. El hombre, con su largo cabello cayendo suelto sobre sus hombros, sentado al lado de la mujer en la cama, y ella estaba recostada ahí, pálida e inmóvil. Su oscuro cabello estaba esparcido a través de las sábanas, y de vez en vez, el hombre se estiraba para retirarlo de la cara de la dama, alborotado por la brisa que cruzaba las ventanas cercanas.

Ryuuki observaba callado la figura exhausta de Shuurei mientras dormía, abandonándose a sí mismo a la culpa que lo inundó después de ser informado de su colapso ese día.

“Mi señora es fuerte”, Seiran comentó, situado en la entrada desde donde lo observaba. Ryuuki no se había apartado de su lado. “Una vez que descanse, se pondrá bien. Estará enfadada si se entera de que estuviste aquí a su lado perdiendo el tiempo cuando podrías aprovecharlo practicando.” Le comentó más en tono de broma que de reproche.

El Emperador nunca distrajo su atención de la mujer iluminada por la luz ambarina de la ya próxima puesta de sol. “Yo provoqué esto”, señaló él, tranquila y calladamente. Él se estiró de nuevo, pero retiró su mano antes de poder tocar la frente de ella. “Ella se esforzó tanto por ayudarme, que se enfermó. Y yo ni siquiera soy capaz de ayudarla, ni tengo nada qué mostrarle a mi pueblo, que confía tanto en mí para guiarlo”, dijo con voz suave, más decepcionado de sí mismo de lo que nunca había estado –porque ahora que estaba realmente dando lo mejor de sí, se dio cuenta de que no había tenido éxito. “Pronto habré decepcionado a todos: a la corte, a los consejeros y a Shuurei.” Dijo él, mirando fijamente sus devotas manos mientras ella yacía dormida en la cama, con los brazos sobre las mantas con las que él solía arroparla. “Quiero que ellos estén orgullosos de mí, que crean en mí como un buen gobernante.”

Seiran vio cómo el joven, cuidadosamente, retiraba de nuevo el pelo suelto de la cara de Shuurei, escuchando los suaves y familiares sonidos de su respiración durante algunos minutos antes de retirarse de la habitación, sin ser notado.

‘Yo-‘ Dijo mentalmente Ryuuki, despojándose de su habitual formalidad auto impuesta de soberano, optando por hacer su juramento como hombre, en vez de Emperador. ‘No quiero decepcionarte nunca, Shuurei’. Shuurei seguía sumida en su sueño, imperturbable a las atenciones de su ‘esposo’.

Poco después, se vio interrumpido por la firme mano de Shouka, que paternalmente lo palmeó en el hombro. Él levantó la vista hacia el hombre que había sido su maestro y, en muchas formas, su guardián, e inmediatamente se reprendió a sí mismo por no alertarlo oportunamente sobre el estado de salud de su hija. No había señas de represalia o condena en ese familiar y agudo rostro, sólo comprensión y compasión.

“Acompáñeme con una taza de té, su Majestad”, le dijo a manera de invitación, mirando tiernamente al joven Emperador. Ryuuki asintió dudando un poco, dando un vistazo final a Shuurei y mentalmente prometió volver con ella pronto. Siguió a Shouka hacia la cocina de la residencia, sentándose frente a la enorme mesa de trabajo mientras el otro hombre preparaba su brebaje, que era capaz de envenenar hasta al más fuerte de los soberanos, alcanzándolo poco después, tomando asiento en uno de los bancos cercanos.

Ellos observaron las ondeadas nubes de vapor elevarse de sus tazas por varios minutos, mientras ese ambiente de cordialidad envolvía al joven hombre. A través de los años, se habían habituado a sentarse así, compartiendo los platillos que preparaba Shuurei. Sus ojos se nublaron otra vez con ese recuerdo. Tenía que encontrar la manera de… Ryuuki suspiró y dejó que se le escapara la idea, estaba demasiado exhausto para darle vueltas esta vez. Dio un sorbo a su té, agradeciendo que le hicieran compañía en estos momentos.

Shouka instó a Ryuuki a compartir con él sus pensamientos, notando que el apesadumbrado joven se relajaba en cierta medida. Sus dorada mirada se apartó tristemente y con algo de vergüenza, pero se atrevió a hablar pocos minutos después, declarando que sólo quería aprender a preparar los manjuus de Shuurei.

“Aaahh…” Sonrió Shouka, sabiamente, “Ya veo. ¿Por casualidad alguna vez te contó cómo es que aprendió a prepararlos?” inquirió el hombre mayor, posando sus dedos tranquilamente alrededor de la exquisita taza que sostenía.

Ryuuki negó con la cabeza. Ahora que lo pensaba, no, ella nunca lo había mencionado.

Shouka arrugó los párpados, mostrando sus patas de gallo, mientras reía por lo bajo y se inclinaba sobre la taza, con los codos recargados a los lados y recordando con soltura. “Bueno, Shuurei siempre quería ayudar a su madre cuando era pequeña. Su madre y yo nunca fuimos buenos cocinando, aunque ella podía cocinar deliciosos panecillos cuando estaba inspirada. Por fortuna, Seiran siempre estaba al pendiente cuando explotaba la cocina” rió él, divertido con los recuerdos, y Ryuuki le correspondió con una leve sonrisa, admitiendo que los esfuerzos de su guardia eran dignos del profundo aprecio de quienes lo rodeaban.

“Bien, pues éste es un secreto poco conocido”, continuó el sabio hombre “pero Shuurei también pasó por momentos duros para aprender a cocinar”. Ante esto, Ryuuki miró sorprendido a su interlocutor. “Si, tú lo ignorabas, ¿verdad? Bueno, ella heredó nuestras pobres habilidades culinarias. ¡Incluso empezábamos a preguntarnos si accidentalmente nos envenenaríamos preparando arroz pegajoso!” Rió fuertemente Shouka, ignorando el pálido y horrorizado rostro de Ryuuki.

‘¡Ahora sé cómo es que ha resistido tantas intoxicaciones en el palacio!’ pensó el rubio para sí. ‘¡Ella ya es parcialmente inmune!”

“Pero luego, un día ella nos sorprendió con esos manjuus. Una vez que dominó la técnica para preparar los más simples, avanzó a aprender a preparar otros bocadillos, y luego otros platillos. Le tomó tiempo, pero lo logró. Su madre le preguntó una vez cómo hizo para aprender tan bien, ¿y sabes lo que ella respondió?”

Ryuuki sacudió la cabeza.

“Le dijo a su madre que Seiran había ido con un cocinero en busca de consejos, y volvió con una sola palabra: amor.”

“¿Cómo me ayudará esto a dominar la cocina antes de que llegue el plazo límite que me pusieron los consejeros?” interrumpió el joven, aprisionando su taza de té.

Shouka calló un momento, mientras su oyente se relajaba, y luego prosiguió. “Verás, antes, Shuurei estuvo tratando de impresionarnos para ganarse nuestros elogios –pero cuando Seiran volvió para ayudarla a preparar la siguiente tanda, alentándola a demostrar su amor por los demás mediante su amor por la cocina, la frustración y la amargura desaparecieron y fueron reemplazadas por la alegría y el éxito. Fue una revelación bastante deliciosa.” Bromeó brevemente, recordando la sorprendida y dichosa mirada en los rostros de Shuurei y Seiran (cubiertos de harina) cuando orgullosamente presentaron el primero de una larga fila de maravillosos manjuus al archivista y su esposa, en el huerto de la casa. “Así que” miró cuidadosamente la transformación que sufría la cara del Emperador ante el relato “no olvides demostrar tu amor cuando le sirves a otros. No siempre es importante impresionarlos, sino ser sincero y demostrar amor verdadero, esforzarte por hacer felices a los que te rodean sin tener que buscar necesariamente su alabanza y admiración. Eso te guiará hacia el camino correcto. Es simple, por supuesto, pero es el mejor comienzo.” Shouka sonrió reconfortantemente al hombre que estaba destinado a gobernar y servir en igual medida. “¿Lo has comprendido, jovencito?” No dijo ‘Ryuuki’, ni ‘Emperador’, ni ‘Su Majestad’ –sino ‘jovencito’.

“Yo… eso creo” respondió con incertidumbre, cuidadosamente colocando su taza vacía en la mesa. ‘Es en el dar, en el amor que yo siento por los demás, en lo que debo concentrarme –no en ganarme sus alabanzas’ reflexionó él. ‘Servirles en pos de su bienestar y felicidad –no por el reconocimiento de mis esfuerzos para ganarme su amor a cambio –esa clase de amor es más importante.’

Shouka se relajó al tiempo que se puso de pie e hizo una reverencia, recolectando las piezas de la vajilla y colocándolas a un lado para que los sirvientes las lavaran por la mañana. “Me alegro. Me marcho a casa, luego de que vea a Shuurei de nuevo y me despida. Gracias por tu tiempo.” Empezó a dirigirse hacia la puerta, cuando sintió que una mano tiró de su manga.

“Yo –gracias por el té” le dijo Ryuuki con voz suave pero confiada, reconociendo con gratitud la ayuda de su maestro.

El paciente hombre palmeó su mano, tranquilizándolo una última vez, sonriendo con aprobación. “Fue un placer.”

Ryuuki se reclinó en su silla, recorriendo con la mirada la habitación en la que todos habían puesto sus esfuerzos para proveerle a él (y a Shuurei, desde luego) de todo lo necesario. Ninguno de los carpinteros, cocineros o guardias le habían pedido nada a cambio, al menos, nada que él supiera. De hecho, habían recibido ‘órdenes’ de cumplir con su trabajo, así que bien pudieron actuar perezosos o esforzarse lo mínimo necesario. Él dudaba que hubiesen recibido algún tipo de reconocimiento por su labor, más que el superfluo ‘orgullo de haber sido escogidos para servir al Emperador’, excusa a la que se recurría frecuentemente.

Llegando a una decisión, el Emperador removió los adornos que llevaba sobre la túnica y los colgó en una silla que estaba en el cuarto contiguo, antes de recoger torpemente su largo cabello lo mejor que pudo.

“Hacerlo con amor”, se repitió a sí mismo, con silenciosa determinación.

Y con confianza, alcanzó a tomar la harina.

Seiran sonreía para sí mismo, recargado en el quicio de la puerta, justo afuera de la cocina, contento al ver felices a las personas que estaban cerca de él. Dos docenas de cubos de agua quedaron alineados de manera organizada en el piso, junto a él.

Menos de 30 segundos más tarde, Ryuuki demostró que nunca los decepcionaría, y Seiran extinguió el primer incendio de la noche con un nabo que apareció mágicamente de la nada.




Fuente: http://www.fanfiction.net/s/3596117/4/Manjuu_Magic

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