Título: "Relatos olvidados de los Archivos Imperiales"
("Forgotten works of the Imperial Archives")
Autora: AltheaSaDiablo
Traducido por Violet Raven y corregido por Sakura Suzumiya
("Forgotten works of the Imperial Archives")
Autora: AltheaSaDiablo
Traducido por Violet Raven y corregido por Sakura Suzumiya
Relato 21 - Después de la Vida
Ella estaba agonizando, pero en realidad eso no le importaba. Sus obligaciones ya habían sido cumplidas correctamente, y aunque no era de las personas que se dan por vencidas simplemente porque eso sea lo más fácil, con todo, ella sentía que había dado más que suficiente de sí misma y que ahora podía retirarse de la batalla con honor.
Sa Eiki –a mucho orgullo, gracias a Dios, ya fuera viuda o no –no renunciaría a eso, todavía tenía una barrera más que vencer antes de encontrar su bien merecido descanso; él se paró frente a ella con su aura brillante en ese sitio intermedio que acostumbraba y que ella visitaba ocasionalmente, el límite entre las visiones y la muerte. Los astutos ojos de él eran difíciles de descifrar como siempre, pero ella podía percibir la leve y detestable risa sofocada que parecía nunca abandonar su rostro dándole color al aire que lo rodeaba.
“Hyou Eiki,” dijo Shou Yousei, “Estás muriendo.”
“Zorro bastardo,” ella le permitió ver su dentadura, afilada y blanca, mientras lo nombraba, “Eso ya lo sé, ¿quién te crees que soy?”
Él la estudió. “Tienes razón. Entonces, ¿ya anticipabas esto?”
Ella dio un bufido y cruzó los brazos. “Claro que no, no seas ridículo. Ningún vidente predice su propia muerte, de otra forma, nunca tendríamos éxito. Pero hay señales, y es inútil decir que no estoy sorprendida.”
“Sabes, entonces, que el clan Hyou se ha llevado tu vida.”
“Lo que ellos se llevaron es mi muerte,” dijo ella severamente, “eso es muy diferente. Mi vida me ha pertenecido única y exclusivamente a mí.”
“Si,” él dijo y suspiró, “¿Me creerías si te dijera que una vez pensé que sería feliz cuando este día llegara? La estupidez de la juventud, ¿cuándo hubiera creído que pasarían todas estas cosas?”
“Pero tú no has pasado por esto,” dijo ella, desdeñosa. “Sigues aquí, después de todo. Entrometiéndote en lo que no te concierne.”
“Puede que te parezca extraño, pero comprendí que, después de pasar toda la vida como tu rival, no estoy dispuesto a renunciar a ti como lo hice con él.”
“Te llevaste la vida de él, y luego su muerte también. No seas tan ambicioso.”
“Si, pero yo quería su corazón.”
Ella sacudió su cabeza con impaciencia. “Perdóname, pero no estoy de acuerdo contigo.”
“No haría algo parecido.” Él la tomó en cuenta seriamente. “Aún puedo salvarte.”
“No lo harás,” dijo Eiki horrorizada.
Él suspiró. “No lo haré.”
“Muy bien, entonces.” Ella se tranquilizó y se permitió mirarlo detenidamente. Yousei envejecía brillantemente, y frente a ella, nunca trató de mentirle o engañarla acerca de su verdadera apariencia. Ella lo habría despreciado si lo hiciera, no es que a él le hubiese importado, y por primera vez, ella se preguntó si quizás eso era en realidad un gesto de respeto de su parte. Ella nunca le reveló su secreto a nadie… no por alguna razón en particular que ella recordara.
O tal vez sus motivos eran exactamente los mismos. Él había elegido vivir su vida al lado de su Enjun –trabajar junto a él, quedarse junto a él, envejecer junto a él. Él había vivido una vida humana normal, igual que ella. Y ahora, Enjun estaba muerto, y ella agonizaba. Muy pronto, todas las personas a las que él conocía desde hacía tanto tiempo, dejarían este mundo y él se quedaría. Solo.
Ella pasó sus dedos rápida y suavemente a través de su rostro, dejándolos descansar en su mejilla. “He comprendido, al final, que eres un tonto sentimental,” le dijo ella, y le dio el más peculiar de sus regalos –su sonrisa. “Qué mal que ya no pueda usar eso en tu contra.”
Él atrapó sus dedos y los llevó a sus propios labios. “Siempre he sabido, desde hace mucho tiempo, que eres una mujer incomparable, tan exquisita como una pieza de jade. No podría perder frente a un oponente menos valioso.”
“Dejaré que lo llames un empate,” dijo ella, retirando celosa su mano. “Estamos haciendo esperar a Enjun, ¿sabes?”
“Los he tenido esperando a ambos toda una vida,” dijo Yousei, volviendo a su severidad habitual, “No voy a empezar a disculparme ahora.”
“Mas vale que no lo hagas,” dijo ella, sacudiendo la falda de su vestido de novia. “Soy una anciana, y no me gustan los cambios.”
Él sonrió, ofreciéndole su brazo en un gesto de anticuada cortesía. “¿Me permites?”
Ella ajustó la caída de su negro cabello –liso y brillante –y graciosamente posó sus largos y suaves dedos sobre el codo de él. “Estoy lista.”
Sa Eiki –a mucho orgullo, gracias a Dios, ya fuera viuda o no –no renunciaría a eso, todavía tenía una barrera más que vencer antes de encontrar su bien merecido descanso; él se paró frente a ella con su aura brillante en ese sitio intermedio que acostumbraba y que ella visitaba ocasionalmente, el límite entre las visiones y la muerte. Los astutos ojos de él eran difíciles de descifrar como siempre, pero ella podía percibir la leve y detestable risa sofocada que parecía nunca abandonar su rostro dándole color al aire que lo rodeaba.
“Hyou Eiki,” dijo Shou Yousei, “Estás muriendo.”
“Zorro bastardo,” ella le permitió ver su dentadura, afilada y blanca, mientras lo nombraba, “Eso ya lo sé, ¿quién te crees que soy?”
Él la estudió. “Tienes razón. Entonces, ¿ya anticipabas esto?”
Ella dio un bufido y cruzó los brazos. “Claro que no, no seas ridículo. Ningún vidente predice su propia muerte, de otra forma, nunca tendríamos éxito. Pero hay señales, y es inútil decir que no estoy sorprendida.”
“Sabes, entonces, que el clan Hyou se ha llevado tu vida.”
“Lo que ellos se llevaron es mi muerte,” dijo ella severamente, “eso es muy diferente. Mi vida me ha pertenecido única y exclusivamente a mí.”
“Si,” él dijo y suspiró, “¿Me creerías si te dijera que una vez pensé que sería feliz cuando este día llegara? La estupidez de la juventud, ¿cuándo hubiera creído que pasarían todas estas cosas?”
“Pero tú no has pasado por esto,” dijo ella, desdeñosa. “Sigues aquí, después de todo. Entrometiéndote en lo que no te concierne.”
“Puede que te parezca extraño, pero comprendí que, después de pasar toda la vida como tu rival, no estoy dispuesto a renunciar a ti como lo hice con él.”
“Te llevaste la vida de él, y luego su muerte también. No seas tan ambicioso.”
“Si, pero yo quería su corazón.”
Ella sacudió su cabeza con impaciencia. “Perdóname, pero no estoy de acuerdo contigo.”
“No haría algo parecido.” Él la tomó en cuenta seriamente. “Aún puedo salvarte.”
“No lo harás,” dijo Eiki horrorizada.
Él suspiró. “No lo haré.”
“Muy bien, entonces.” Ella se tranquilizó y se permitió mirarlo detenidamente. Yousei envejecía brillantemente, y frente a ella, nunca trató de mentirle o engañarla acerca de su verdadera apariencia. Ella lo habría despreciado si lo hiciera, no es que a él le hubiese importado, y por primera vez, ella se preguntó si quizás eso era en realidad un gesto de respeto de su parte. Ella nunca le reveló su secreto a nadie… no por alguna razón en particular que ella recordara.
O tal vez sus motivos eran exactamente los mismos. Él había elegido vivir su vida al lado de su Enjun –trabajar junto a él, quedarse junto a él, envejecer junto a él. Él había vivido una vida humana normal, igual que ella. Y ahora, Enjun estaba muerto, y ella agonizaba. Muy pronto, todas las personas a las que él conocía desde hacía tanto tiempo, dejarían este mundo y él se quedaría. Solo.
Ella pasó sus dedos rápida y suavemente a través de su rostro, dejándolos descansar en su mejilla. “He comprendido, al final, que eres un tonto sentimental,” le dijo ella, y le dio el más peculiar de sus regalos –su sonrisa. “Qué mal que ya no pueda usar eso en tu contra.”
Él atrapó sus dedos y los llevó a sus propios labios. “Siempre he sabido, desde hace mucho tiempo, que eres una mujer incomparable, tan exquisita como una pieza de jade. No podría perder frente a un oponente menos valioso.”
“Dejaré que lo llames un empate,” dijo ella, retirando celosa su mano. “Estamos haciendo esperar a Enjun, ¿sabes?”
“Los he tenido esperando a ambos toda una vida,” dijo Yousei, volviendo a su severidad habitual, “No voy a empezar a disculparme ahora.”
“Mas vale que no lo hagas,” dijo ella, sacudiendo la falda de su vestido de novia. “Soy una anciana, y no me gustan los cambios.”
Él sonrió, ofreciéndole su brazo en un gesto de anticuada cortesía. “¿Me permites?”
Ella ajustó la caída de su negro cabello –liso y brillante –y graciosamente posó sus largos y suaves dedos sobre el codo de él. “Estoy lista.”
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Fuente:
http://www.fanfiction.net/s/3591153/21/Forgotten_Works_of_the_Imperial_Archives
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