sábado, 30 de abril de 2011

Fanfic "Relatos olvidados de los Archivos Imperiales" Relato 19 - Primogénito

Título: "Relatos olvidados de los Archivos Imperiales"
("Forgotten works of the Imperial Archives")
Autora: AltheaSaDiablo
Traducido por Violet Raven y corregido por Sakura Suzumiya

Relato 19 - Primogénito

Nota de la autora: Mmm, ha pasado mucho tiempo, ¿no? En verdad debería haber mejorado al postear cosas. En fin, este es otro fic escrito para el reto saiunkoku_fic commuynity en livejournal. Como anunciarles el tema sería arruinarles la historia, no lo haré, pero… por alguna razón, parece que nunca escojo los temas fáciles. Y también parece que mi musa raramente toma un rumbo predecible…

***

El dolor inundaba el mundo de Jyuusan, así había sido hasta donde podía recordar. Habían pasado horas, habían pasado días. Pero no recordaba momento en que no hubiera dolor.

Las mujeres iban y venían, limpiaban el sudor de su frente, diciéndole palabras alentadoras sin sentido. Dos doctores pincharon su abultado y ondeado vientre y revisaron entre sus piernas. La vergüenza consumió la energía que ya no tenía. Así que gritó –tanto como pudo, mientras sus roncos y horribles gemidos interrumpían sus esfuerzos por tomar aire.

Una lejana y vaga parte de su cerebro la hacía desear estar muerta en ese momento.

“Una vez más,” alguien le susurró al oído.

Ella gastó lo último de su voz en un grito desgarrador –se sentía como un trapo desgarrado, con cada uno de los músculos de su cuerpo presionando de afuera hacia adentro. Algo se desgarró en su interior y sintió un líquido caliente salir de entre sus piernas y algo más, algo duro y pesado y tan grande que le dejó sintiéndose vacía y aspirada. Sus manos, fuertemente agarradas a las sábanas, lentamente se soltaron. Alguien sobaba suavemente su estómago y se escuchaba un estruendo de voces y una repentina y aguda exclamación que pareció taladrarle la cabeza.

Todavía estaba adolorida por dentro, pero no tanto. Al no quedarle más lágrimas, no pudo llorar de alivio. Uno de los doctores seguía con ella preocupado, pero ella no pudo saber lo que éste estaba haciendo porque su voz seguía desapareciendo gradualmente. Una mujer la estaba limpiando, secando su rostro y luego se fue. Así como el tiempo

“Emperatriz,” alguien le dijo, rompiendo el bendito silencio. “Emperatriz, tiene usted un hijo sano.”

Ella abrió los ojos. Su dama de compañía se paró a un lado de su cama, con un bulto envuelto en seda púrpura entre los brazos. Ella se movió, y entre las ropas que lo envolvían, Jyuusan pudo ver una pequeña y arrugada cara con una cabeza llena de cabellos oscuros y húmedos. Y sus nublados ojos, todavía sin enfocar, eran de color azul profundo.

“Se parece a usted,” dijo la dama de compañía.

Lentamente, el mundo se desvaneció. “Se parece a mí,” fue su último pensamiento, “gracias a Dios.”

***

Ella quedó sumida en un mar de inconsciencia por largo tiempo. De vez en cuando despertaba para encontrarse a alguien vaciando sopa y arroz entre sus labios; en otras ocasiones, una taza de amargo té que ella escupía, mojándose el pecho. Una vez, al abrir los ojos, se encontró a un hombre vestido de color púrpura, con largo y rubio cabello y la preocupación dibujada en su rostro, y ella sólo gimió y se volteó.

Lentamente, sus períodos de lucidez se hicieron más largos y cercanos entre sí, aunque seguía débil, terriblemente débil. Pero cierto día ella hizo un esfuerzo y se empujó contra la cabecera de la cama, asustando a la sirvienta que limpiaba la habitación, y preguntó, “¿Dónde está mi hijo?”

“M-mi señora, no lo sé, yo sólo-“

“Entonces, busca a quien si lo sepa,” gritó Jyuusan, sorprendiéndose de tener la fuerza suficiente para gritar.

La sirvienta se fue, y una mujer, a la que Jyuusan nunca había visto, entró en su lugar, inclinándose hacia la fina alfombra en el piso en una profunda reverencia. “Su Majestad,” le dijo, “Me alegra ver que ya se-“

“Mi hijo,” dijo Jyuusan, perdiendo la paciencia con las formalidades. “¿Dónde está?”

“E-es que, creo que su padre –es decir, Su Majestad, a esta hora del día acostumbra llevarlo a pasear por los jardines-“ la mujer fue hecha a un lado por la brusquedad de la Emperatriz.

Su estómago dio un vuelco cuando la sirvienta dijo “Su padre”, haciéndola sentir mal. “Vísteme,” le exigió imperiosamente, y la mujer obedeció.

***

El sólo hecho de caminar hacia el jardín privado le tomó más energías de lo que creyó, y ella empezó a dudar si eso le tomaría un intento o dos. Pareció una eternidad hasta que sus oídos alcanzaron a escuchar una voz familiar hablando suavemente… y tiempo después escuchó unos balbuceos de respuesta que le desgarraron el corazón.

Ella se apoyó en un árbol para observar, ansiosa. Ahí estaba el Emperador, sentado en un banco a la orilla del riachuelo, portando aún el pesado atuendo que usaba en la corte y su corona de oro. Tenía sobre sus rodillas a su hijo –que ya no era más aquél recien nacido con la cara enrojecida, sino un robusto y vivaz niño vestido con ropa lavanda, con su cabeza llena de cabello oscuro encrespado. El niño balbuceaba y movía de un lado a otro sus diminutas manos mientras Ryuuki jugaba con él con una de sus largas borlas de su corona. Sus ojos, que por fortuna, eran de un azul profundo, no perdían de vista el objeto dorado.

“No deberías estar de pie tan pronto, pero me alegra que estés mejor,” dijo Ryuuki sin voltear. “Los médicos dicen que ahora estás fuera de peligro y que volverás a estar como antes en unas cuantas semanas.”

Era imposible espiarlos sin ser descubierta, incluso aunque ella no tuviera que depender de apoyarse en un árbol a cada paso que daba. “¿Qué fue lo que me pasó?”

“El embarazo fue difícil y te debilitó, y durante el parto –bueno, yo tampoco lo entiendo muy bien, en verdad. Algo salió mal y las sustancias nocivas que normalmente se mantienen separadas en el cuerpo se filtraron dentro de tus conductos. El Doctor To puede explicártelo mejor que yo. Pero, ¡mira qué maravilla creaste!” Él se volteó hacia ella con una radiante y cegadora, haciéndola sentir como si se quemara, como si la traspasara cual cristal, “Ven a conocer a tu hijo.”

Ella se encaminó hacia él con pasos vacilantes, hundiéndose en el banco esperando que no luciera como la caída controlada que era. Ryuuki sostenía al niño con ambas manos. “Lo llamé Shokan,” dijo él, “Espero que no te moleste, ya que no había manera de consultártelo. Shokan, Shokan, esta es tu mamá. ¿Puedes decir ‘mamá’? En realidad aún no sabe hablar, no de verdad. Pero ya está intentado, mira-“ él rebotó un poco su rodilla, y el infante dio un encantador balbuceo, abriendo y cerrando la boca mientras agitaba las manos en el aire.

“Shokan,” dijo ella, complacida de que su voz no se escuchara. Ella atrapó una de las manitas que tenían el puño cerrado y se agitaban, y lo abrió de forma que los pequeños dedos apretaron uno de los suyos, que era más largo. De inmediato, el bebé se lo llevó a la boca y lo masticó con sus suaves encías. “Aún no tiene dientes.”

“Todavía no,” rió Ryuuki. “Qué bueno, porque se lleva todo a la boca. ¿Quieres cargarlo? Toma-“ Antes de poder responder, él guió sus manos hacia abajo de los brazos de Shokan, luego la rodeó con su brazo y cubrió sus manos con las suyas propias, haciendo él el mayor esfuerzo para trasladar al bebé de su regazo al de ella. Él se quedó en esa posición, y ella se apoyó en su cuerpo, agradecida por la acción. Shokan era un cálido y hermoso peso sobre su pierna, alcanzando lleno de curiosidad una de las hebras de su cabello, oscuro, igual que el suyo.

“Tú sabes,” le dijo ella buscando conversación. “Tú sabes que no es tuyo.”

Él hizo una pausa larga y terrible, tanto que ella deseo haber muerto en verdad. “Si, lo sé,” dijo él. “Siempre lo he sabido. Pero nadie más debe enterarse, tú lo sabes mejor que yo. Tenemos suerte de que se parezca tanto a ti.”

“¿Dónde está él?” preguntó ella suavemente, agradecida de no poder ver el rostro de Ryuuki. “¿Dónde está Seiran?”

“Lo envié lejos,” dijo el Emperador. “Hablamos al respecto y nos pareció que era lo mejor. La mejor forma de protegerlos –a los tres. Quizás… quizás en unos años él pueda regresar. Si es seguro.”

Ella escuchó la tristeza en su voz, saliendo a través del vacío de su corazón, y ella supo que era la causante de eso. “Lo siento,” dijo ella, “Lo siento mucho.”

“No,” dijo él, sonando casi disgustado, “No debes lamentarlo. Lamentarlo significaría arrepentirte de la existencia de Shokan, y nunca debes hacerlo. Él es una bendición, un tesoro, y se merece todo tu amor.” Su voz sonó más aguda. “Y yo estoy feliz por ti –por ambos. El destino nos ha jugado una mala pasada, ¿no crees? Pero ustedes han logrado arrancarle un pedacito de felicidad, y me alegro. Aunque eso no dure… pero la felicidad nunca dura. Y ahora tenemos a Shokan.”

Ella volteó su rostro para poder enjugar sus lágrimas en la suave seda de sus ropas. “Ahora tenemos a Shokan.”

Esa era también una pregunta, una que él entendía. “Te haré el mismo juramento que le hice a mi hermano,” dijo él. “Cuidaré de este niño como si fuera mi propio hijo, lo trataré como a mi propio hijo, lo amaré como a mi propio hijo. Será como mi propio hijo en todos los aspectos –él es mi propio hijo. Lo protegeré y cuidaré de él –y de ti. De ambos. Para siempre.”

Shokan escogió ese momento para retorcerse, abrió la boca y empezó a protestar. Ella miró al repentinamente quisquilloso bebé, consternada, y notó la risa sofocada de Ryuuki. “Probablemente tiene hambre. Ordenaré que llamen a la nodriza.”

Jyuusan sacudió la cabeza, ruborizada. “Quiero alimentarlo.”

Él vaciló. “¿Estás segura? Has estado enferma por mucho tiempo -¿tendrás la fuerza suficiente?”

“Él es mi –nuestro hijo,” dijo en forma desafiante, y luego añadió, “…¿me ayudas?”

Él sostuvo al bebé mientras ella abría su ropa con dedos temblorosos, y la ayudó a guiar a Shokan a su pecho. Y continuó abrazándolos a ambos mientras el bebé se amamantaba, apoyándolos con sus brazos protectores.


*** Ir al Relato 18 *** Ir al Relato 20 ***

***

Fuente:
http://www.fanfiction.net/s/3591153/19/Forgotten_Works_of_the_Imperial_Archives

No hay comentarios:

Publicar un comentario