Título: "Relatos olvidados de los Archivos Imperiales"
("Forgotten works of the Imperial Archives")
Autora: AltheaSaDiablo
Traducido por Violet Raven y corregido por Sakura Suzumiya
("Forgotten works of the Imperial Archives")
Autora: AltheaSaDiablo
Traducido por Violet Raven y corregido por Sakura Suzumiya
Relato 20 - Tormenta de Verano
Shuurei debía haber regresado a casa hace mucho, excepto porque cierto asistente del asistente del Secretario, que actualmente era como una plaga para su existencia, se había presentado en su oficina cinco minutos antes de cerrar, para dejar sobre su escritorio una pila de documentos urgentes. Y todos necesitaban ser revisados para el día siguiente.
Lo cual era una clara demostración que el adagio que decía que los hombres pequeños tienen poco poder, era completamente cierto, aunque por el momento, eso no le hacía la vida más fácil. Sin mencionar el hecho de que, para el momento en que ella estampaba su sello vengativamente al pie del último documento, ya estaba oscuro. Y todos los demás se habían ido a sus casas hacía un buen rato.
El ambiente estaba caliente, bochornoso y compacto a pesar de tener abiertas las ventanas de la oficina, y no entraba nada de aire. Ella se levantó y fue hacia el marco de la ventana para levantar la vista hacia el oscuro cielo –y estaba negro, sin una estrella o la luz de la luna que lo iluminara, negro como la tinta que se secaba en el hueco de su tintero. Fue sólo hasta que una luz pulsante lanzó su advertencia en el cielo, que ella pudo ver las oscuras y robustas nubes. Y sólo entonces, llegó el primer estruendo, distante pero amenazante, como el primer rugido que lanza el lobo al olfatear a su presa.
“Es un temor puramente irracional,” se dijo a sí misma mientras todo su cuerpo se congelaba a excepción de sus dedos, los cuales temblaban sobre el marco de madera. “No existe una razón de peso para esto, es sólo un sonido. Estoy completamente a salvo-“
Eso nunca funcionó, sin importar las veces que repitiera esas palabras. El temor la arrastraba en una ola imparable y la derribaba, la revolcaba en el fondo y arrasaba con su lógica y su capacidad de razonar, en una reacción tan primaria contra la que no tenía defensa.
“¿Shuurei?”
Y así, el sonido de otra voz humana era un salvavidas, una pequeña luz en medio de la voraz oscuridad, lo único que tenía. En su desesperación, ella se arrojó hacia la fuente de esa voz, envolviendo sus brazos alrededor de un sólido, vivo y real cuerpo, y negándose a soltarlo. En todo lo que ella le había pedido, Ryuuki jamás la había decepcionado, y ahora –ahora la abrazaba mientras la tormenta pasaba de ser un gruñido a ser un estruendo, y la lluvia azotaba con repentina furia golpeando en las duras tejas del techo y el viento soplaba esparciendo la bien ordenada hilera de documentos por toda la sala.
La tormenta pronto empezó a calmarse. La furiosa lluvia se transformó en llovizna, la tormenta descendió a ser un tímido estruendo, retrayéndose y llevándose consigo su implacable humedad. Los dos quedaron acurrucados y arrimados a un lado del escritorio de Shuurei, mientras las manos de Ryuuki trazaban círculos en la espalda de ella y los charcos y documentos se encontraban por todo el piso de la anteriormente ordenada oficina.
Ella sacó la nariz de entre la abertura en el cuello de la pijama de Ryuuki y trató de poner un semblante de dignidad en su rostro, lo cual era algo difícil considerando que estaba sentada encima de él, con las lágrimas escurriendo por su rostro. “Ryuuki, ¿qué estás haciendo aquí?”
“No podía dormir,” le dijo dócilmente, y luego más a la defensiva, “y a diferencia de ti, yo vivo aquí. Trabajas demasiado.”
“Tenía cosas qué hacer,” dijo ella, y al mirar alrededor de su oficina, dio un suspiro, “y ahora, tengo más cosas qué hacer.”
“Yo me encargaré,” le ofreció él, “De todos modos, estoy despierto. Pediré que te escolten a tu casa. Creo que ya pasó la tormenta.”
¿Dónde y cuándo había aprendido él a contenerse? No la estaba mirando, sus ojos estaban concentrados en el desastre de papeles y agua, ciegos a su presencia. Él seguía sosteniéndola firmemente, pero con algo de soltura, inmóvil, esperando a que ella lo notara para ayudarla a levantarse, para permitirle alejarse de él otra vez. Las capas internas de su pelo estaban ligeramente más oscuras que el resto por el sudor producido por el calor de antes. Ahora ya no hacía calor, pero ella podía sentir la mano de él ardiendo como el hierro en la espalda a través de sus ropas de oficial.
Su corazón latía con fuerza, pero no a causa del miedo. Ella tomó en ambas manos el rostro de él, y lo besó.
Lo cual era una clara demostración que el adagio que decía que los hombres pequeños tienen poco poder, era completamente cierto, aunque por el momento, eso no le hacía la vida más fácil. Sin mencionar el hecho de que, para el momento en que ella estampaba su sello vengativamente al pie del último documento, ya estaba oscuro. Y todos los demás se habían ido a sus casas hacía un buen rato.
El ambiente estaba caliente, bochornoso y compacto a pesar de tener abiertas las ventanas de la oficina, y no entraba nada de aire. Ella se levantó y fue hacia el marco de la ventana para levantar la vista hacia el oscuro cielo –y estaba negro, sin una estrella o la luz de la luna que lo iluminara, negro como la tinta que se secaba en el hueco de su tintero. Fue sólo hasta que una luz pulsante lanzó su advertencia en el cielo, que ella pudo ver las oscuras y robustas nubes. Y sólo entonces, llegó el primer estruendo, distante pero amenazante, como el primer rugido que lanza el lobo al olfatear a su presa.
“Es un temor puramente irracional,” se dijo a sí misma mientras todo su cuerpo se congelaba a excepción de sus dedos, los cuales temblaban sobre el marco de madera. “No existe una razón de peso para esto, es sólo un sonido. Estoy completamente a salvo-“
Eso nunca funcionó, sin importar las veces que repitiera esas palabras. El temor la arrastraba en una ola imparable y la derribaba, la revolcaba en el fondo y arrasaba con su lógica y su capacidad de razonar, en una reacción tan primaria contra la que no tenía defensa.
“¿Shuurei?”
Y así, el sonido de otra voz humana era un salvavidas, una pequeña luz en medio de la voraz oscuridad, lo único que tenía. En su desesperación, ella se arrojó hacia la fuente de esa voz, envolviendo sus brazos alrededor de un sólido, vivo y real cuerpo, y negándose a soltarlo. En todo lo que ella le había pedido, Ryuuki jamás la había decepcionado, y ahora –ahora la abrazaba mientras la tormenta pasaba de ser un gruñido a ser un estruendo, y la lluvia azotaba con repentina furia golpeando en las duras tejas del techo y el viento soplaba esparciendo la bien ordenada hilera de documentos por toda la sala.
La tormenta pronto empezó a calmarse. La furiosa lluvia se transformó en llovizna, la tormenta descendió a ser un tímido estruendo, retrayéndose y llevándose consigo su implacable humedad. Los dos quedaron acurrucados y arrimados a un lado del escritorio de Shuurei, mientras las manos de Ryuuki trazaban círculos en la espalda de ella y los charcos y documentos se encontraban por todo el piso de la anteriormente ordenada oficina.
Ella sacó la nariz de entre la abertura en el cuello de la pijama de Ryuuki y trató de poner un semblante de dignidad en su rostro, lo cual era algo difícil considerando que estaba sentada encima de él, con las lágrimas escurriendo por su rostro. “Ryuuki, ¿qué estás haciendo aquí?”
“No podía dormir,” le dijo dócilmente, y luego más a la defensiva, “y a diferencia de ti, yo vivo aquí. Trabajas demasiado.”
“Tenía cosas qué hacer,” dijo ella, y al mirar alrededor de su oficina, dio un suspiro, “y ahora, tengo más cosas qué hacer.”
“Yo me encargaré,” le ofreció él, “De todos modos, estoy despierto. Pediré que te escolten a tu casa. Creo que ya pasó la tormenta.”
¿Dónde y cuándo había aprendido él a contenerse? No la estaba mirando, sus ojos estaban concentrados en el desastre de papeles y agua, ciegos a su presencia. Él seguía sosteniéndola firmemente, pero con algo de soltura, inmóvil, esperando a que ella lo notara para ayudarla a levantarse, para permitirle alejarse de él otra vez. Las capas internas de su pelo estaban ligeramente más oscuras que el resto por el sudor producido por el calor de antes. Ahora ya no hacía calor, pero ella podía sentir la mano de él ardiendo como el hierro en la espalda a través de sus ropas de oficial.
Su corazón latía con fuerza, pero no a causa del miedo. Ella tomó en ambas manos el rostro de él, y lo besó.
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Fuente:
http://www.fanfiction.net/s/3591153/20/Forgotten_Works_of_the_Imperial_Archives
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